Reflexiones sobre el acuerdo de París

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Se pide elevar las inversiones para caminar hacia una economía baja en emisiones de gases.

El cambio climático es uno de los problemas ambientales más graves al que se enfrenta la humanidad. Los datos científicos más recientes confirman que el clima de la Tierra está cambiando rápidamente, presentándose un aumento, aproximadamente del 17°C en el transcurso del último siglo, y es probable que aumenten aún más rápido en las próximas décadas.

La causa fundamental es la concentración cada vez mayor de contaminación por dióxido de carbono (CO2) y otros gases invernaderos, principalmente de las plantas generadoras de energía y los automóviles, que atrapa el calor en la atmósfera.

El Panel Intergubernamental para el Cambio del Clima (IPCC por sus siglas en inglés), un grupo de los principales investigadores del clima en el mundo, considera que hay más del 90% de probabilidades de que la mayor parte del calentamiento durante los últimos 50 años haya ocurrido debido a emisiones de gases invernadero que atrapan el calor causados por los seres humanos, y que para asegurar una estabilidad climática a largo plazo es necesario limitar el aumento de la temperatura global por debajo de los 2°C respecto a los niveles preindustriales. Para ello, es necesario que los países industrializados reduzcan para el año 2020 sus emisiones de gases de efecto invernadero un 40% respecto a los niveles de 1990 y al menos 85% en 2050.

Recientemente se celebró la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático en París con la presencia de 195 países del mundo. La idea era un acuerdo global para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

La conferencia alcanzó su objetivo de lograr un acuerdo universal sobre los métodos para reducir el cambio climático, y que fue aprobado por aclamación por casi todos los estados y que se convertirá en jurídicamente vinculante si por lo menos 55 países que representen al menos el 55% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero se adhiere a ella a través de la firma seguida de su ratificación, aceptación, aprobación o adhesión.

También se pide elevar las inversiones financieras para caminar hacia una economía baja en emisiones de gases de efecto invernadero. Con respecto al calentamiento global, se debe mantenerse muy por debajo de los 2°C y emprender acciones que limiten el aumento de temperatura a 1,5°C, y que en el año 2050 las emisiones causadas por el hombre deben ser reducidas a niveles que los bosques y océanos puedan absorber, según el acuerdo.

En cuanto a la revisión de los objetivos, se les pide a los gobiernos que revisen sus metas en los próximos cuatro años y examinen si pueden actualizarlas.

La expectativa es que podrán reducirlas si tienen a su disposición fuentes de energía renovables más eficaces y más asequibles. Otro punto importante es que los países industrializados deben mantener su asistencia financiera a las naciones en desarrollo para que éstas reduzcan sus emisiones contaminantes y protejan su acervo de vegetación y reductores naturales de CO2. El convenio también alienta a otras naciones a que hagan aportes voluntarios.

Con respecto a los países emergentes productores de energías no renovables, entre ellos China, India, Arabia Saudí y Venezuela, dijeron estar satisfechos con el proyecto de acuerdo climático.

China, primer emisor mundial, se comprometió, por primera vez, a estabilizar sus gases de efecto invernadero (GEI) en 2030 a más tardar. Este país es el primer consumidor mundial de carbón, la fuente de energía más dañina, y el primer inversor en renovables.

EEUU, segundo contaminador mundial, quiere reducir entre 26% y 28% sus emisiones de aquí a 2025 respecto a 2005. La Unión Europea, (en tercera posición) anunció su plan de reducir al menos en 40% para 2030 sus emisiones respecto a 1990.

India prometió reducir su “intensidad carbono” en 35% para 2030 respecto a 2005, pero no se fijó un objetivo global de reducción de emisiones. Rusia, quinto emisor mundial prevé emitir entre 25% y 30% menos en 2030 respecto a 1990. Japón, sexto emisor mundial prevé reducir sus GEI 26% entre 2013 y 2030, teniendo en cuenta su retorno a la energía nuclear, paralizado desde el tsunami y el accidente de Fukushima.

Brasil (con 2% de las emisiones) anunció que quiere reducir 43% sus emisiones de GEI en 2030 respecto a 2005, mediante la diversificación de sus fuentes de energía renovable. Irán se comprometió a reducir en 2030 sus emisiones en 4% en valores absolutos. Si consigue apoyo financiero y el levantamiento de las sanciones, está dispuesto a hacer un esfuerzo suplementario del 8%. Indonesia anuncia 29% menos de emisiones de GEI en 2030, que podrían llegar a -41% con ayudas financieras. Canadá anunció una reducción de emisiones del 30% para 2030 respecto a 2005.

Otros numerosos países en vías de desarrollo han presentado compromisos, en gran medida condicionados a las ayudas.

México, la primera potencia emergente que lo hizo, prometió una reducción de 25% en 2030, que puede llegar a 40% si recibe ayudas. Panamá llegó a la conferencia de París sin un INDC por falta de tiempo y financiación para hacerlo, pero espera presentarlo a principios de 2016. Nicaragua anunció el 1 de diciembre que se negaba a presentar su INDC, y que proponía otro mecanismo que tuviera en cuenta la “responsabilidad histórica” de los grandes emisores.

Todos los países en vías de desarrollo sustentable, productores de energías no renovables, para valer sus compromisos en la reducción de los GEI, deben esforzarse en aplicar planes estratégicos y políticas eficaces para migrar hacia energías alternativas que permita sustituir su producción y consumo de energía contaminante al igual que diversificar sus actividades económicas por otras sustentables y menos dependientes de la exportación de hidrocarburos a un mercado estructuralmente con sobreoferta y de dramáticas fluctuaciones en sus precios.

Moisés Bittán
Director de Finantop
@moisesbittan