Moisés Bittán participa en el Foro "ABC de Mercosur" de Link Consultores
Expectativas racionales y desarrollo
La economía portuguesa es abierta y dinámica, se puede ver que su comercio logra sobrepasar 75% del PIB
La adhesión a la Unión Europea (UE) ha modificado su estructura de las importaciones y exportaciones y se puede afirmar que el país exporta cada vez más equipos tecnológicos en lugar de los tradicionales productos agroindustriales o manufacturas livianas. Sus principales socios comerciales son España, Francia, Alemania, Holanda, Italia, la UE, Estados Unidos, China, Nigeria y Brasil.
Portugal logra obtener un saldo positivo en su balanza comercial a partir de 2013. En la última década se han producido tres cambios estructurales en sus exportaciones: aumento del grado de intensidad tecnológica; fortalecimiento de las exportaciones de servicios y diversificación de los mercados de exportación.
Con respecto a su economía, la agricultura apenas representa algo más de 3% de su PIB y emplea a 10% de la población, teniendo como principales productos: cereales, aceites, frutas, verduras y vinos. De sus alcornoques se permite cubrir una gran parte de las necesidades de corcho mundial. La explotación minera (cobre, estaño) representa 6% del PIB y el país es uno de los principales exportadores de mármol. La industria manufacturera es moderna y está formada por pequeñas y medianas empresas, destacándose la metalurgia, la ingeniería mecánica, el textil, la construcción y una mayor presencia en el sector automovilístico, así como de contar con una industria de fabricación de moldeados. En cuanto a los servicios, en particular el turismo, desempeñan un papel cada vez más importante. El sector terciario aporta cerca de 75% del PIB, y emplea a más de 60% de la población activa.
De la crisis europea, Portugal, junto con Grecia y España fue de los países más afectados, luego de tres años consecutivos de recesión, profundizada por las medidas de austeridad, la economía portuguesa ha mostrado signos de recuperación a fines de 2013, y se prevé que el país volverá a un crecimiento positivo sólido a partir del 2015.
En mayo de 2011, Portugal firmó con la troika Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Unión Europea un plan de salvamento de 78 mil millones de euros destinado a reducir su déficit presupuestario. Siguiendo los términos del acuerdo, el Gobierno implantó un plan de reformas y de ajuste estructural compuesto de recortes presupuestarios, alza de los impuestos, programa de privatización, un plan de recapitalización bancaria y una reforma del mercado laboral. En el 2013, después de tres años de un rigor inédito, la estabilidad política del país se resintió. Se cuestionó la política de austeridad por distintos sectores, llegándose a tener una deuda del más de 125% del PIB. El presupuesto de 2014 se previó nuevos recortes presupuestarios con el propósito de poder cumplir con sus acreedores, y bajar su déficit público a 4% para el año en curso, en miras de subsanar su situación económica y recuperar la confianza de los inversionistas para financiar la carga pesada de su deuda en los mercados financieros y evitar así un segundo plan de rescate. Para 2015 se prevé la incorporación de nuevos tributos.
Todos estos ajustes tuvo efectos sociales no deseados: una tasa de desempleo que ha aumentado hasta situarse en más de 15%, afectando a más de un tercio de los jóvenes de menos de 25 años, un incremento de las desigualdades entre norte, el sur y las regiones insulares así como una merma del poder adquisitivo.
Del programa del rescate financiero de Portugal se reservó 12 mil millones de euros para posibles necesidades de capitalización del sector bancario. Todos los bancos analizados con rigor para evitar otra eventual crisis financiera.
Como es sabido el Banco Espíritu Santo BES entró en una profunda crisis, la entidad financiera privada más representativa de Portugal, puede suponer un caso singular de estudio para las futuras crisis bancarias que pudieran producirse en Europa, que proteja el ahorro y que las crisis bancarias las paguen en la mayor medida de lo posible quienes han gestionado indebidamente dichas entidades.
El Banco de Portugal ha dividido al BES en dos: uno bueno saneado (llamado Novo Banco), al que le inyecta 3.900 millones de euros del rescate, más otros 600 millones de euros que aportan unos 85 bancos portugueses de la caja común de apoyos a los bancos en crisis (Fondo de Resolución) y que contará con activos sanos, y otro “malo”, que se seguirá llamando BES, con activos tóxicos y que se enrumba a una eventual liquidación.
Se busca proteger a los depositantes y clientes, dotando al nuevo banco de recursos propios adecuados para su continuidad en condiciones de sanidad financiera suficiente, así como evitar que los contribuyentes portugueses, el Estado, sufran el menor daño posible; y que la crisis recaigan en los que se queden en el banco “malo”: los antiguos y recién llegados accionistas por su desacertada gestión; así como inversionistas particulares por suscribir bonos y títulos emitidos en los últimos meses por la entidad, para eludir la quiebra, y que corren el riesgo del impago.
Portugal afronta grandes retos a corto plazo: a pesar de las medidas de ajuste, austeridad, desempleo, emigración y poca de inversión, entre otras, que han sido las características dominantes del periodo, se vislumbran algunas señales que permiten ver el futuro con algo de optimismo: para el 2015 se espera que Portugal tenga mayor presencia en los mercados internacionales y la diáspora lusitana coadyuve en su recuperación económica. Con el programa de ayuda financiera y su mayor apertura, se esperaría incrementar las exportaciones y aumentar el consumo interno, así como descender del desempleo, estos motivos que llevan a pensar que puede estar cerca el deseado punto de un crecimiento sostenido para el próximo lustro.