Estonia, ejemplo de una transición económica exitosa

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Publicado por El Mundo

La República de Estonia es un país báltico situado en el norte de Europa. Limita con Letonia, Rusia, el golfo de Finlandia y el mar Báltico.

 El pueblo estonio es étnica y lingüísticamente hermano del finlandés y tiene lazos históricos y culturales con Escandinavia, a diferencia de los otros dos países bálticos: Letonia y Lituania, cuyas culturas, etnias y lenguas se consideran bálticas y donde se hablan las denominadas lenguas bálticas (lituano o letón en la actualidad).
Debe tenerse en cuenta que aunque en la actualidad estos territorios son repúblicas, la expresión repúblicas bálticas se refiere a los mismos territorios que formaron parte de la Unión Soviética. En este caso, los tres países citados.
La región de Estonia fue poblada desde la prehistoria por la rama del grupo finougrio hace, aproximadamente, 13.000 años, donde se desarrolla una cultura que data del año 6.500 a.C., en el período mesolítico.
Durante el siglo XIX, surge un fuerte movimiento nacionalista estonio, que se manifestó cultural y políticamente.
El país entró en un período de crisis económica y en la década de 1930 su democracia parlamentaria cambió a un régimen casi dictatorial. El gobernante de turno adoptó un sistema presidencialista-parlamentario, por lo que el país fue gobernado mediante decretos.
Los protocolos secretos del Pacto Soviético-Alemán en los años 30 establecieron que Estonia y sus dos vecinos bálticos, Letonia y Lituania, quedarían en la zona de influencia de la Unión Soviética, con el establecimiento de bases militares soviéticas y la imposición de un gobierno a manos de miembros del Partido Comunista local, por órdenes de Stalin, con posterior cambio del nombre del país para finalmente llevar a cabo su incorporación a la Unión Soviética.
Fue ocupada en la I Guerra Mundial por Alemania e incorporada junto con los otros estados bálticos a una provincia alemana. Posteriormente fue reconquistada por fuerzas soviéticas en 1944, haciendo huir a más de 10.000 estonios junto con los alemanes hacia Finlandia y Suecia.
La ocupación durante 45 años por parte de la Unión Soviética repercutió negativamente en su crecimiento económico y desarrollo social, siendo casi nulo en comparación con otras economías de su entorno como la finlandesa o la sueca, con las que Estonia estaba a la par antes del comienzo de la II Guerra Mundial.
Al amparo de la Perestroika, las manifestaciones nacionalistas se multiplicaron a partir de 1986, lográndose la independencia en 1991 conjuntamente con Letonia y Lituania. Estonia ingresó a la ONU y a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (Osce) y estableció la corona como su unidad monetaria. (A partir de 2011 el país ingresa a la eurozona y adopta el euro como unidad monetaria).
Estonia mantiene el sistema republicano de gobierno con un presidente y un primer ministro; un Poder Legislativo compuesto por la Asamblea de Estado; y un Poder Judicial conformado por tribunales de primera y segunda instancia, además de la suprema Corte Nacional.
Su economía tiene un cierto grado de industrialización, pero con un parque productivo heredado del período soviético, obsoleto y con necesidad de una profunda reconversión, que se está logrando gracias a las ayudas procedentes de la Unión Europea.
Luego de las dificultades experimentadas por la transición de su sistema económico, Estonia ha apostado a la liberalización de la economía: estimuló la inversión extranjera, las privatizaciones y una mayor cooperación con Finlandia. Más de la mitad de su comercio exterior lo realiza con la Unión Europea, en la que ingresó en mayo de 2004. Las principales exportaciones de Estonia son maquinaria, gama electrónica, madera y textiles.
Desde mediados de los noventa se ha apostado por las tecnologías de la información, informatizando a las escuelas y mejorando el acceso de la población a estas herramientas. Estonia está a la cabeza de Europa en penetración de Internet y telefonía móvil, y el sector de las TIC tiene hoy en día gran relevancia en el PIB del país.
Desde hace tres años ha habido un mayor acercamiento con España y se han profundizado varios proyectos económicos en conjunto como el desarrollo tecnológico, informático y de energías renovables. Sin embargo, la relación con Latinoamérica sigue siendo baja, no cuenta con embajadas en todos los países de nuestro continente, aunque existen cónsules honorarios en diversas capitales latinoamericanas.
El comercio del turismo y del tránsito también hace contribuciones importantes a la economía, que crece a un ritmo de 11% anual y ya representa 7% del PIB. En los últimos años, Estonia ha disfrutado de uno de los mayores índices de crecimiento de la UE, así como de una gran estabilidad. Otros sectores que destacan en su economía son agricultura, ganadería, explotación forestal, pesca, minería de esquistos bituminosos, petróleo y gas.
En la industria destacan los sectores alimentario, maderero, de las construcciones mecánicas, material eléctrico y productos químicos, que se concentran sobre todo en su capital: Tallin.
Los estonios, caracterizados por su vocación de libertad, han sabido fortalecer su identidad nacional -crisol de múltiples culturas-; y estrechar alianzas con sus pares europeos transitando progresivamente hacia el progreso y bienestar, al fortalecer sus instituciones, pese a que en menos de un siglo han sufrido varias invasiones e imposiciones ideológicas. Es un ejemplo a seguir para aquellos países de nuestra región que taimadamente han sido alienados con ideologías hegemónicas.
Este pequeño gran país nos enseña que sí se puede cambiar de una economía altamente regulada, rentista y anacrónica que acarrea mayor pobreza, inequidad y corrupción a una donde se yerga un sistema de mayor productividad que brinde más oportunidades y mayor calidad de vida.