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El progreso tecnológico es una de las causas principales de los cambios estructurales que tuvieron lugar en la economía mundial de años recientes. La revolución tecnológica en áreas como la microelectrónica, la biotecnología, la informática y las comunicaciones ha tenido grandes repercusiones en la actividad económica de todos los países y las relaciones comerciales internacionales.
La creciente importancia de los servicios en los países desarrollados propició que ese sector se convirtiera en el determinante principal de la productividad y la competitividad.
El aumento del intercambio mundial en servicios fortaleció los vínculos entre comercio, tecnología, inversión y servicios.
La inversión extranjera directa junto con la universalización de la producción ha tenido efectos considerables en la evolución reciente del comercio internacional. Un hecho fundamental de los últimos años es la tendencia de las grandes empresas a establecer sistemas integrados de producción y comercialización.
Otro elemento que caracteriza la evolución del intercambio es el impulso de los llamados países en desarrollo al comercio mundial.
Durante casi todo el período transcurrido desde 1945 las naciones industrializadas encabezaron los esfuerzos por liberalizar el comercio internacional. Sin embargo, en los últimos años, esas economías parecieron abandonar esa función y empezaron a imponer barreras distintas a las arancelarias e incluso restricciones cuantitativas a las exportaciones provenientes de los países en desarrollo o mercados emergentes. Estos, por su parte, redoblaron esfuerzos para integrarse a la economía mundial y se convirtieron en los abanderados de la liberalización comercial. Desde principios de los ochenta el intercambio del Sudeste Asiático fue muy dinámico y más recientemente varios países de América Latina abrieron unilateralmente sus economías y desde entonces han venido suscribiendo diversos tratados de libre comercio e integración económica.
El resurgimiento de la integración regional en estos momentos en que se intensifica la globalización de la economía mundial obedece a factores de diversa índole entre los que se destacan: 1) Los problemas a que se enfrentaron las negociaciones multilaterales en el marco del Gatt a principios de los noventa; 2) Las convergencias en materia de política comercial que la nueva agenda de comercio requería se alcanzaban con más facilidad entre grupos de países más reducidos y homogéneos que entre las más de cien naciones participantes en la Ronda de Uruguay; 3) El ejemplo de los avances de la Comunidad Europea desde la unificación en 1985; 4) La creación de una zona de libre comercio entre Canadá y Estados Unidos, a la que México se sumó en 1994; 5) La gradual convergencia de las políticas económicas aplicadas en América Latina y el Caribe.
Sin embargo, hace diez años se hicieron las negociaciones de la Ronda de Doha, que planteaba reducir las barreras arancelarias y no arancelarias en el comercio mundial de bienes y servicios, aliviar la pobreza y fomentar el desarrollo. Pero después de diez años, algunos de los países de Europa, Norteamérica y Asia se resisten a eliminar los subsidios a la agricultura y permitir el acceso al mercado a productos no agrícolas; y economías emergentes como la de los llamamos Bric esperan concesiones mayores de las naciones avanzadas a cambio de bajar sus aranceles a los productos industriales.
A raíz de ese tímido avance, se planteó anunciar la Ronda light, aplicable en tres etapas a partir de diciembre de 2011, lo que supondrá un acuerdo para otorgar concesiones a las exportaciones de los países más depauperados -como algunos de América Latinapor las dificultades de acceso a los mercados consolidados, dejando a un lado para una fecha posterior los temas más contenciosos, como las subvenciones agrícolas.
Aun así, se teme que un acuerdo parcial y truncado iría en detrimento de los países emergentes y de los beneficios económicos de un tratado integral. No les falta razón a quienes sostienen que la OMC como institución quedaría seriamente disminuida. Es por ello que se requiere del llamado a los jefes de Estado y a los parlamentos de sus respectivos países a impulsar el tratado multilateral.
Existen críticas justificadas, incluyendo a Venezuela, al igual que la mayoría de los países en desarrollo miembros de la OMC, dentro del sistema de negociación de la organización: existen muchas características de funcionamiento asimétrico; acuerdos con resultados de desequilibrio con respecto a los intereses del país y con respecto a la preservación de los espacios de políticas; y por último, existen nuevas y constantes presiones para cerrar nuevas obligaciones comerciales injustas, en detrimento del desarrollo de los países con menores capacidades de industrialización y desarrollo.
Sin embargo, cabe destacar que el objetivo de la OMC es ayudar a los productores de bienes y servicios, los exportadores y los importadores a llevar adelante sus actividades; y su principal propósito es asegurar que las corrientes comerciales circulen con la máxima facilidad, previsibilidad y libertad posible.
Las fricciones comerciales se canalizan a través del mecanismo de solución de controversias de la OMC, centrado en la interpretación de los acuerdos y compromisos, que tiene por objeto garantizar que las políticas comerciales de los distintos países se ajusten a estos, reduciendo el riesgo de que las diferencias desemboquen en conflictos políticos mayores.